domingo, 1 de junio de 2014

El gusto por las noches de biblioteca, el beber más Monster que agua, el ir a casa exclusivamente a dormir, el pasar más horas con mi compañera de estudio aka compañera de raves que con quien vivo, las ojeras de la gente con el mismo ritmo de vida frenético, el no tener tiempo ni para respirar pero sí para escaparme de la cárcel para ir a por unas cervezas, los chanchullos para conseguir sitio con enchufe, el sacar apuntes de hasta debajo de las piedras, los ojos rojos de las incesantes horas delante de la pantalla y el encontrar planos y bocetos por todas partes.

Horarios cambiados, café de máquina, colas para calentar la cena en los microondas de la universidad, ver amanecer desde una incómoda silla de plástico, fumar como un carretero, volver a casa en bici a las tantas de la mañana, mismos temas de conversación, confundir los sábados con miércoles y los jueves con domingos; sonrisas de ánimo entre desconocidos que comparten tedio. Me está volviendo a pasar.

23 días, para bien o para mal.