"-Señoras y señores, todos andamos muy revueltos por lo que
está pasando en Washington, ¿verdad? El caso Lewinsky… Sepan que desde George
Washington, en toda la historia de los Estados Unidos de América han existido
dos causas para poner fin a un mandato presidencial: ser un destacado rufián
como Richard Nixon, o morir. Y, hasta hoy, nueve presidentes han visto interrumpido
su mandato por una de estas dos razones: Nixon dimitió y los ocho restantes se
murieron, la mitad de ellos asesinados. Pero he aquí que a esta lista podría
añadírsele una tercera causa: la felación. La relación bucal, el francés, el
chupa chupa, la mamada. Y cada uno de nosotros debe preguntarse si nuestro
poderoso Presidente, cuando tiene el pantalón bajado hasta las rodillas sigue
siendo nuestro poderoso Presidente. Porque eso es lo que apasiona a América:
las historias de sexo, las historias de moral. América es el paraíso de la
pilila. Y ya verán ustedes, de aquí a unos años nadie recordará que el señor
Clinton levantó nuestra desastrosa economía, gobernó de forma experta con una
mayoría republicana en el Senado o hizo que Rabin y Arafat se estrecharan la
mano. En cambio, todo el mundo recordará el caso Lewinsky, porque las mamadas,
señoras y señores, permanecen grabadas en la memoria. Bueno, a nuestro
Presidente le gusta que le purguen de vez en cuando. ¿Y qué? Seguramente no es
el único. ¿A quién de esta sala también le gusta? (…) Levántese, mi joven
amigo. Levántese para que le vean bien y dígame en qué está pensando.
-Me gustan mucho las mamadas, señor. Me llamo Marcus Goldman
y me gusta que me la chupen. Como a nuestro querido Presidente. (…)
-Díganos, joven: ¿le gusta que se la chupen los chicos o las
chicas?
-Las chicas, profesor Quebert. Soy un buen heterosexual y un
buen americano. Dios bendiga a nuestro Presidente, al sexo y a América. (…)
-Ya ven, a partir de ahora nadie mirará a este pobre chico
de la misma forma. Todo el mundo pensará: ése es el cerdo asqueroso al que le
gustan las mamadas. Y poco importarán sus talentos, poco importarán sus
cualidades, será para siempre <<Señor Mamada>> (…). Señor Mamada,
¿podría explicarnos ahora por qué ha realizado tales confidencias mientras sus
compañeros han tenido el buen gusto de callarse?
-Porque en el paraíso de la pilila, profesor Quebert, el
sexo puede hundirte, pero también propulsarte hasta la cima. Y ahora que todo
el auditorio tiene puestos sus ojos en mí, tengo el placer de informarles que
escribo cuentos muy buenos que se publican en la revista de la universidad, que
venderé a la salida de clase por cinco dólares de nada el ejemplar. (…)
-¿Cuántos ha vendido?
-Todos los que tenía, cincuenta ejemplares. Y me han
encargado un centenar pagados por adelantado. Los he pagado a dos dólares cada
uno y los he vendido a cinco. Así que acabo de ganar cuatrocientos cincuenta
dólares. Sin contar con que uno de los miembros del consejo de redacción de la
revista acaba de proponerme que me convierta en redactor jefe. Dice que acabo
de dar un golpe publicitario enorme para la revista y que nunca había visto
nada parecido. Ah, sí, se me olvidaba: una decena de chicas me han dejado sus
números de teléfono. Tenía usted razón, estamos en el paraíso de la pilila. Y
debemos saber cuándo utilizar esa información en el momento oportuno."