miércoles, 27 de febrero de 2013

Sudor y polvo.


Si no fuera porque soy un poco menos gilipollas que eso creería que todo cuanto me rodea es fruto de una paranoia de algún Ente aburrido en su dimensión y sin diosas a las que hacer gemir entre sudor y polvo milenario.

¿Qué nos ha pasado, o mejor, qué nos dejó de pasar; cuándo empezaron los silencios a ser tan incómodos, tan vacíos de significado? Por lo general sólo me gustan dos tipos de silencio: los que preceden a un beso y los que se llenan con una mirada, y jamás llegamos a tener ninguno de los dos. Me gustaba cuando sin estar a mi lado me secabas las lágrimas con tus palabras actuando de pañuelo. Me gustaban los mil y un planes que pasábamos horas imaginando a sabiendas de que muchos de ellos jamás llegarían a cumplirse. Me gustaba tu canción favorita, ahora tendré que pasarla al grupo de “canciones prohibidas” junto a todas las demás; qué triste es privarse de la buena música, ¿verdad? Me gustaba cuando, sin previo aviso, tirabas de mi mano para empujarme hacia ti y me abrazabas muy muy fuerte, como si no quisieras soltarme nunca, o eso creía yo.

Nunca me ha gustado tu absurdo sentido del humor, pero ahora creo que lo hecho en falta. Hecho, con h de héroe, con h de hernia, con h de hecatombe.


No hay comentarios:

Publicar un comentario