viernes, 22 de octubre de 2010

Cometas en el Cielo - Khaled Hosseini

"Habíamos cogido del árbol una docena de granadas. Saqué el libro que había elegido, lo abrí por la primera página y lo dejé en el suelo. Me puse en pie y cogí una granada madura que había caído del árbol.
—¿Qué harías si la lanzara contra ti? —le pregunté, jugueteando arriba y abajo con la fruta.
[…]
—¿Qué harías? —repetí.
Se quedó blanco. En el suelo, a su lado, la brisa levantaba las hojas grapadas con el cuento que había prometido leerle. Le lancé la granada al pecho y la pulpa roja explotó salpicándolo todo. El grito de Hassan estuvo cargado de sorpresa y dolor.
—¡Dame ahora a mí! —le grité. Hassan observó la mancha en su pecho y luego a mí—. ¡Levántate! ¡Dame!
[…]
Le lancé otra granada, al hombro esta vez. El jugo le salpicó en la cara.
—¡Dame a mí! —exclamé—. ¡Venga, dame, maldito seas!
Deseaba que lo hiciese. Deseaba que me diera el castigo que me merecía para así poder dormir por las noches. Tal vez entonces las cosas volvieran a ser como siempre habían sido entre nosotros. Pero Hassan no hizo nada, a pesar de que yo le daba una y otra vez.
—¡Eres un cobarde! —dije—. ¡No eres más que un condenado cobarde!
No sé cuántas veces le di. Lo único que sé es que, cuando finalmente paré, agotado y jadeante, Hassan estaba teñido de rojo como si le hubiera disparado un batallón. Caí de rodillas, cansado, acabado, frustrado.
Entonces Hassan cogió una granada y se acercó a mí, la abrió y se la aplastó contra la frente.
—Así —murmuró, mientras el jugo se deslizaba por su cara como la sangre—. ¿Estás satisfecho? ¿Te sientes mejor?
Y se volvió y descendió por la colina.
Dejé que las lágrimas rodaran libremente y me quedé allí, balanceándome sobre las rodillas."

Amante Despierto (La hermandad de la Daga Negra III) - JR Ward

Su mirada bajó al lápiz en su mano y entonces se volvió a la mesa. Pasando la libreta de espiral a una nueva página, se inclinó y garabateó sobre la parte superior del papel durante un momento. Después arrancó la hoja.
Su mano temblaba cuando se la tendió.

TE QUIERO
Sus labios se apretaron en una línea cuando sus ojos se fijaron. La caligrafía se ondulaba y después desaparecía.
—Quizás no puedas leerlo —dijo él en voz baja—. Puedo hacerlo de nuevo.
Ella negó con la cabeza.
—Puedo leerlo perfectamente. Es... hermoso.
Arrugó el papel contra su corazón, entonces se lanzó contra él, golpeando su pecho con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás. Cuando sus brazos la rodearon con vacilación, como si no tuviese idea alguna de lo estaba haciendo o por qué, ella lloró abiertamente.

jueves, 21 de octubre de 2010

Como quisiera tenerlo tan claro como lo tienes tú.

(...)y allí, por fin, su deseo se cumplió.
  Su cuerpo se descompuso en cenizas, pero sin sufrir ella dolor alguno, y cayeron alrededor de él. Los demás no lo notaron, pero ella sabia que él si se había dado cuenta, porque miró al cielo y susurró una palabra:
    -Gracias
  Esa fue la última palabra que ella escuchó. Después, durmió para siempre, mientras sus cenizas se transformaban en bellísimas flores blancas bajo el asombro de todos… menos de él, que sonreía al cielo sin poder evitarlo.

Gotas de papel, aguacero de cristal.

Corazón dormido, que necesita despertar; boca cerrada, que necesita gritar, gritar que es libre, que lo tiene todo y más.
Ojos opacos que sólo ven oscuridad y nada más…
















¿Ceguera, tal vez? Nadie lo sabe, salvo tú.

viernes, 15 de octubre de 2010

El baúl de los recuerdos.

A veces cosas del pasado vienen a mi memoria, viejos recuerdos, emociones olvidadas, que me envuelven como suaves caricias, o, en ocasiones, como frías garras que me obligan a recordar cosas que quería o creía haber olvidado.
En ocasiones abro el baúl de mi corazón, en el que guardo las cosas que jamás podría olvidar, esas pequeñas emociones que siempre afloran en el momento justo, o en el más inesperado, según como se mire, pero que en cierto modo son cosas que acaban en el mismo fondo común, el corazón.
Muy a menudo me imagino como hubiera sido mi vida sin esos pequeños recuerdos, los recuerdos de una madre sujetándote la mano al cruzar la calle, o gritándote que te comieras las verduras; los recuerdos de un padre jugando contigo, o esperándolo hasta altas horas de la noche sólo para enseñarle que habías hecho un dibujo en clase sobre él.
Pero lo que siempre hago es seguir adelante, pensar en el futuro, planificar, porqué los recuerdos son solo eso, recuerdos, tienen la importancia que tú les quieras dar, así que el resto es cosa tuya.












Camina Conmigo

En todos estos años la vida me ha enseñado muchas cosas, pero otras, las más difíciles y complicadas, las he tenido que aprender yo, sólo, por mi cuenta, sin ayuda de nadie, porque he aprendido que no se puede confiar en nadie, ni amigos, ni familia…, en nadie.
Mi vida ha sido un torbellino de idas y venidas, a sitios que ni siquiera yo conozco a estas alturas, pero, lo que aprendido de todo esto, es que, cuando necesitas un hombro en el que apoyarte para poder seguir en el camino, un camino lleno de fracturas y baches, y sin casi ningún tramo recto, ese hombro solo está contigo en las pocas partes llanas, y en las dificultades se marcha a otro camino en el que no haya tantos problemas. Así es la gente en la que confías, así somos los humanos, insensibles, y, en algunos casos, lujuriosos, pero esa lujuria viene a causa de hombros como este, y de caminos con muchas fracturas, que, en un momento determinado, es imposible atravesar.
Hay días en los que lo único que me apetece es caminar sin rumbo fijo, o simplemente, gritar, todo por no olvidar cual es el camino que he de seguir, porque no he de sentirme tentado por uno de los muchos atajos, sin fracturas, completamente llanos, como hacen muchas otras personas, porque lo que ellas no saben, es que todas esas desviaciones llevan al mismo sitio: una vida de lujuria, que acaba llevando al desengaño, y más tarde, al suicidio. Pero, además de todas esas personas, que se creían mejores que las demás, porque pensaban que habían tomado un atajo que ni ellas mismas sabían dónde les iba a llevar, también están las personas que siguen su camino, sin desviarse por ningún canal, que, por encima de todo, quieren llegar al final, descubrir lo que les espera tras tantas dificultades, tras tantas traiciones de gente en la que confiaban, o creían confiar, después de toda una vida de dificultades.
A veces me pregunto como harán todas esas personas para no dudar, ni siquiera por un instante, si deben seguir o no su camino, para no caer en la tentación de desviarse…
Hoy es uno de esos días en los que camino sin rumbo por las calles de la transitada ciudad, intentando encontrar algo que yo ni siquiera conozco… Y entonces la escucho, una risa tan pura y una voz tan dulce como la de los ángeles. Me giro, inquieto, intentando encontrar el origen de esa melodiosa voz, y la veo, a ella; es… es un ángel caído del cielo por accidente, una estrella que se ha separado de su órbita… no hay palabras para describirla, ella es perfecta. No puedo dejar de mirarla, es como si mi corazón actuara solo, y yo no me pudiera negar a obedecerle, aunque tampoco quiero hacerlo.
Mis pies actúan solos, acercándome a donde está ella, sin margen de error alguno, y se paran a centímetros de su cuerpo. Mi corazón late apresuradamente, no se que hacer, ni que decir, lo único que se es que no puedo dejar de mirarla. Entonces ella se gira, sus ojos azules miran fijamente a los míos, y su pálida piel, casi blanca, se ruboriza hasta ponerse de un bonito color rosado. Tras esto, me sonríe y me agarra la mano, en una burda presentación. Se acerca a mi oído y me susurra su nombre, Estela. Entonces echa a correr, todavía sosteniendo mi mano, y arrastrándome tras ella hasta el gran roble que hay en el centro de la plaza. Allí, me hace prometerle que mañana volveré a ese mismo lugar, y que ella también lo hará; me besa en la mejilla y se va.
No soporto la espera de estar veinticuatro horas sin verla, sin oler su suave fragancia a violetas recién cortadas, sin ver su brillante pelo rubio, lanzando destellos con cada rayo de sol.
Vago sin rumbo por las calles, durante horas, hasta que el crepúsculo se lleva la luz de la ciudad, entonces miro al cielo y decido volver hacia casa, a una casa vacía y solitaria, donde mi cabeza y mi corazón, tendrán más tiempo para aclararse.
Camino calle tras calle hasta llegar, cojo el pomo de la puerta con energía y abro, pero, al entrar, es como si la luz del sol se hubiera llevado toda mi fuerza.
Entro en mi cuarto, comienzo a quitarme la ya mal abrochada camisa y me meto en la ducha. Dejo que el agua caiga sobre mi cuerpo y despeje mis ideas, pero solo lo consigue durante unos minutos, porque mi cabeza no para de darle vueltas; ahora, todo mi mundo gira en torno a ella, todo mi mundo es ella. Entonces, me imagino como sería la vida a su lado; despertar juntos cada mañana, mirarla mientras duerme y, cuando los primeros rayos de sol entraran por la ventana de nuestro cuarto, ver como se despierta confundida, y al levantarse, decirle ”te quiero” y besarla, mirar como me hace el desayuno, como me despide en la puerta de nuestra casa con una sonrisa y un “hasta la noche”, como me esperaría despierta hasta que volviera del trabajo, con una sonrisa en los labios, besarla en la frente y dormirnos abrazados.
En este mismo momento, he descubierto cual es mi camino y como puedo seguir en él sin desviarme, porque ahora tengo un rumbo, ella es mi rumbo, el hombro sobre el que apoyarme…
Todos tenemos un camino, con más o menos resquebrajos, pero es nuestro camino, y hemos de seguirlo, pase lo que pase. Para eso, hemos de encontrar algo que nos espere al final del camino que recorremos día a día, y yo ya lo encontré.
         

lunes, 4 de octubre de 2010

Su pelo rojo como el fuego era lo único que veía, brillaba como si de una llama se tratase. Corrí y corrí bajo la lluvia, persiguiendo el resplandor anaranjado, pero corría más que yo.
Tras mucho correr, cayó agotado sobre un banco, y me acerqué a él. Tenía la cara crispada por el cansancio.
Abrió los ojos, dos grandes y azules océanos que se posaron sobre los míos, y me miró; me cogió de la mano y echamos a correr, riendo, sin importar que un millar de gotas de agua cayeran sobre nosotros...

domingo, 3 de octubre de 2010

Esto es lo que yo llamo tener un día de perros!

-Acércate-susurro, aunque dudo que me haya escuchado, aunque para mi sorpresa si viene.
Empujo su cuerpo y la abrazo, sabe que me encanta abrazarla, y ella descansa su cabeza en mi hombro, siento su aliento en mi garganta, pero se separa de mí y me coge de las manos. Un sollozo invade mi cuerpo, tengo ganas de gritar, de llorar, de reír, de correr, no sé ni como me siento, solo sé que por muchas cosas que tenga ganas de hacer, me quedaría así para siempre, es como si su buena aura pasara a mi interior.
-Hermana, ¿Qué te pasa?

sábado, 2 de octubre de 2010

Coincidencia?

La gente me rodea, no sé a donde ir, ni que hacer, no sé donde esconderme, me separo de ella, pierdo de vista a aquella chica a la que acabo de conocer, que no sé ni su nombre; no debería importarme, pero me importa más de lo que estoy dispuesto a admitir…
Oigo mi nombre entre la multitud, pero me muevo como en un sueño, a lo mejor incluso lo he imaginado, pero alguien me coge de la mano, ella. No sé porqué me ha buscado, o si simplemente ha sido una casualidad, pero es una maravillosa casualidad.