martes, 2 de septiembre de 2014

Recuerdo momentos idénticos a este, escribiendo con el sol a mi espalda, con moratones aún recientes de algún concierto de pueblo mientras el móvil no para de vibrar conspirando futuras borracheras. Recuerdo cigarros en el balcón llevando esta misma camiseta mientras suenan los mismos acordes de fondo. Recuerdo palabras escupidas con la misma desgana, el mismo ruido de las olas llegando a la costa y el mismo viento que trae consigo el olor salado del mar. Recuerdo los mismos planes alocados pero con diferente destino, los viajes a ninguna parte y los helados en primera fila de playa de algún pueblo cuyo nombre ni recuerdo. Heridas en los pies de caminar descalzos por las rocas, cervezas interminables, conversaciones eternas. Compañeros de fiestas que cambian verano a verano, fotos que nunca verán la luz del sol y sol que poco a poco nos va dorando la piel.

Y que no nos fallen nunca las gafas de sol en la cabeza.


domingo, 1 de junio de 2014

El gusto por las noches de biblioteca, el beber más Monster que agua, el ir a casa exclusivamente a dormir, el pasar más horas con mi compañera de estudio aka compañera de raves que con quien vivo, las ojeras de la gente con el mismo ritmo de vida frenético, el no tener tiempo ni para respirar pero sí para escaparme de la cárcel para ir a por unas cervezas, los chanchullos para conseguir sitio con enchufe, el sacar apuntes de hasta debajo de las piedras, los ojos rojos de las incesantes horas delante de la pantalla y el encontrar planos y bocetos por todas partes.

Horarios cambiados, café de máquina, colas para calentar la cena en los microondas de la universidad, ver amanecer desde una incómoda silla de plástico, fumar como un carretero, volver a casa en bici a las tantas de la mañana, mismos temas de conversación, confundir los sábados con miércoles y los jueves con domingos; sonrisas de ánimo entre desconocidos que comparten tedio. Me está volviendo a pasar.

23 días, para bien o para mal.

lunes, 17 de marzo de 2014

-¿Son las relaciones siempre una experiencia gratificante para usted?
-¿Se refiere a si ambos nos corremos? Sí. No siempre al mismo tiempo pero sí; el clímax no es un problema para ella.
-¿Y ambos confiáis en las mismas posturas una y otra vez?
-A ella le gusta mezclar posturas, pero generalmente empezamos siempre igual, ya sabe, conmigo haciéndole sexo oral y calentándola. Ella no es tímida, me dice si tengo que ir más rápido o cuánto tiempo centrarme en un lugar concreto (...). A veces le gusta cuando medio salgo, cuando apenas estoy dentro y se mece contra mí para tenerme más adentro. Tal vez no debería estar hablando de esta mujer en particular, ella no es la norma. Si quiere entender lo que se siente la mayor parte del tiempo cuando estoy en la cama con una chica entonces esto no es.
-¿Y por qué es eso?
-Porque esta es diferente, se conoce a sí misma. Sabe lo que le gusta. Ella te lo dirá, y ella quiere que tú le digas lo que quieres que te haga, lo que sea tu fantasía, lo cual es una fantasía en sí mismo, ¿verdad? Se lo estoy diciendo, doctor, esta mujer... es mágica.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Cuántas lágrimas vertidas, cuántas noches increíblemente divertidas.

Hablemos de noches inimaginables bajo un cielo de marzo iluminado por una colorida pirotecnia. Hablemos de falta de horas y exceso de ganas; de euforia. Hablemos de reencuentros con viejos conocidos y de abrazos a desconocidos. Hablemos de bailar hasta bien entrada la mañana y aún continuar con el ritmo en el cuerpo pasadas las ocho. Hablemos de ti y de mí, del humo de marihuana flotando sobre nuestras cabezas y un par de botellas de vino tiradas en el suelo de cualquier manera.

Hablemos de las dos y cinco del mediodía y salir riéndonos de la Plaza del Ayuntamiento tras un intento fallido de vender cerveza en la mascletà; hablemos de los doce litros de cerveza después de saltarnos la clase de Geometría Descriptiva. Hablemos de noches enteras hablando, de no notar el paso del tiempo ni las ganas de fumar, del sueño decreciente y la sonrisa creciente; hablemos de lo bonita que es mi vida, de lo bonita que habéis hecho mi vida.

Hablemos de la independencia, del paso del tiempo y de cuánto te voy a echar de menos durante este año; de cómo voy a intentar mantener las lágrimas el sábado en el aeropuerto y voy a llorar en el metro de vuelta a casa cuando nadie me vea. Hablemos de festivales de música convertidos en fines de semana de locura incontrolable. Hablemos de que me he acostumbrado a llevar un pintalabios en la riñonera, porque los besos que dejan marca siempre son mejores.

Quizá me estoy adelantando a los hechos, pero..., simplemente "pero".


lunes, 3 de febrero de 2014

De lápices en la boca y ceniza en las manos.

Son casi las dos de la mañana y la luz del flexo me da en plena cara, cegándome. Estoy haciendo un trabajo de clase en el cual tenemos que dibujar un lugar que nos haga sentir bien destacando los contrastes luz-sombra y dimensionando correctamente el espacio, dejando que se aprecien sus cualidades arquitectónicas. El protagonista de mi libro favorito dice en uno de sus interminables monólogos que si alguna vez desaparece le busquen en una estación de tren. Quizá sea el humo de marihuana que sale de un cenicero más improvisado imposible, quizá sea el cansancio acumulado, quizá sean los recuerdos, pero no sé muy bien cómo ahora tengo las manos manchadas de azul y negro tras haber acabado el primero de tres bocetos de la estación de tren de mi ciudad. Siempre había oído que los domingos son los días para solucionar las cagadas de los sábados por la noche, cuando entre ebrio y eufórico metes la pata una y otra vez -o no, según qué se considere por meter la pata. Para mí la estación de tren de mi ciudad es un domingo; es ese lugar donde encuentro a gente que hacía años que no veía y a gente que ojalá hiciera años que no veo; donde, con mi vaso de café aguado de la cafetería de al lado en una mano, la maleta en la otra y las ganas en el bolsillo trasero del pantalón echo a caminar por una ciudad que me conoce incluso mejor que yo misma; por una ciudad que podría recorrer sin perderme con los ojos cerrados. Es increíble cómo, a pesar de lo poco que me gusta el aire que allí se respira, siempre doy un rodeo para llegar hasta casa, a pesar de la fatiga tras el trayecto y el llevar la maleta a cuestas.

"Que ya no me huele el aliento a café ni el pelo a tabaco, ni me llora el cielo cuando más necesito notar la tierra mojada bajo mis pies".