martes, 17 de septiembre de 2013

Estrépito.

Y las cosas dejaron de ser simples, como si alguna vez lo hubieran sido. Fúmate ese cigarro, chico, que se te va a apagar. Aprovecha la vida, viejo, que se te está escapando. Tú, ¿qué miras? ¿Qué buscas? ¿Eres feliz? No lo creo. He aprendido que siempre hay que seguir caminando, que aunque las cadenas estén ahí, sujetándonos, no nos aprisionan. ¿Que por dónde hay que caminar? Cómo seguir es algo que no sé decir. El sol siempre sale por el este, y éste es un lugar en el que no quiero volver a estar, me recuerda demasiado de dónde provengo. Una vez leí que, en ocasiones, la soledad no es más que la cuchara solitaria batiendo el café de las mañanas grises. El café de las mañanas, el de las tardes, el de las noches. 42 páginas de 99 de unos apuntes de Construcción más infumables que otra cosa. Leídas, digo; ya ni me acuerdo de la mitad. Para la tierra sólo eres esa cosa que proyecta una sombra sobre sus carnes. Ya se me hace hasta gracioso utilizar esa palabra, proyectar.

La apatía es la solución, es decir, resulta más fácil abandonarse a las drogas que enfrentarse a la vida, robar lo que uno quiere que ganárselo, pegar a un niño que enseñarlo“.


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