Una de las pocas cosas que recuerdo de mis clases de
Filosofía era la división de almas que hacía un filósofo cuyo nombre ni me
acuerdo. Separaba las almas de las plantas de la de los animales y los humanos
argumentando que la primera sólo necesitaba alimentarse, reproducirse y crecer;
alma vegetativa creo recordar que se llamaba. En cuanto a la segunda, alma
sensitiva, necesitaba lo mismo que la primera añadiendo la aparición de la
sensibilidad y el movimiento. Y la última, la racional, añadía además la
llamada “intelectualidad”, que caracteriza a los seres humanos.
Tal vez esto, aparte de algo más sobre el concepto de
democracia y la utilidad de la religión, sea lo único que he aprendido en una
clase que, cuando no durmiendo, me pasaba mirando por la ventana.
¿Que a qué viene esto? No lo sé ni yo, sencillamente me ha
venido a la cabeza.
Y cada día al
despertar despiertan raíces que se mueven, buscando algún otro lugar.
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