No puedo evitarlo,
entiéndeme. Es como cuando el minusválido se levanta y corre hacia la carretera
acelerado por la emoción justo cuando pasa un camión a toda velocidad. Es un
círculo sin retorno en el que alguien se cura para acabar volviendo a su
enfermedad pensando que la sanación inicial ha sido un mero sueño. Pues esto es
lo mismo pero sin víctimas, salvo nuestro orgullo. Nosotros seríamos el
imprudente conductor que no mira la carretera y sólo va pendiente de la canción
que suena en ese instante por la emisora local, el que acabaría entre rejas por
condenar a un peatón inocente y alocado a la vida sobre dos ruedas.
“Quan te’n adones què el silenci és massa, la
realitat és la complicitat.” (Cuando te das cuenta de que el silencio es demasiado, la realidad es la complicidad)
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