Podría pintarme lágrimas
en los ojos y ser la niña más triste de toda la ciudad. Podría pintarme los
labios rojo Monroe y esbozar la más bonita sonrisa jamás vista. Puedo
arrancarme la máscara y dejar ver la fría, helada, indiferencia que hay tras
ésta sólo para volver, otra vez, a ser la niña más triste de toda la ciudad.
“Bienvenidos al baile de máscaras, al desfile de
los cuerpos sin almas...”
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