miércoles, 18 de abril de 2012

Marina - Carlos Ruíz Zafón


(…) era un hombre extravagante y generoso, amante de las exquisiteces del mundo. Sólo pintaba de noche y, aunque no era bien parecido (…) se le podía considerar un auténtico rompecorazones, dotado de un extraño poder de seducción que manejaba casi mejor que el pincel.

Modelos que quitaban la respiración y señoras de la alta sociedad desfilaban por el estudio deseando posar para él y (…) algo más. Salvat sabía de vinos, de poetas, de ciudades legendarias y de técnicas de acrobacia amorosa importadas de Bombay. Había vivido intensamente sus cuarenta y siete años. Siempre decía que los seres humanos dejaban pasar la existencia como si fueran a vivir para siempre y que ésa era su perdición. Se reía de la vida y de la muerte, de lo divino y de lo humano. Cocinaba mejor que los grandes chefs de la guía Michelin y comía por todos ellos.

(…) Decía que la luz era una bailarina caprichosa y sabedora de sus encantos. En sus manos, la luz se transformaba en líneas maravillosas que iluminaban el lienzo y abrían puertas en el alma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario